Artículos de octubre de 2009

¿Traductor traidor? El pájaro y el gusano

El Insomne recibe el mensaje de un viejo conocido-amigo  español-argentino de origen hebreo. Le ruega  que, si puede, le proporcione algunas ideas sobre la traducción para una conferencia que debe pronunciar.

Rumio, regurgito:

Esquema cartesiano y bucle  con recorrido de ida y vuelta.

En este plano cartesiano, el eje vertical corresponde al traductor;  el eje horizontal,  a la obra.

Inicialmente, el traductor contempla el panorama a vista de pájaro y  procede de arriba abajo de acuerdo con un enfoque deductivo,  hasta llegar al autor y, en última instancia, a  la obra que se propone traducir.

Todo ello forma el contexto.

Llegado al texto, el traductor adopta un enfoque inductivo y contempla la obra a vista de gusano. Es  conveniente, pues, que, mientras realiza su trabajo,  el traductor –de hecho, un  lector por cuenta ajena– establezca, a modo de guía y orientación,  relaciones  periódicas entre los conceptos nucleares  que va encontrando/descubriendo  en el texto y los que ya tiene almacenados en   su memoria por su condición de lector-traductor.

Terminada la traducción,  el texto se integra en el contexto y el contexto se integra a su vez en los conocimientos generales del traductor entendidos como cultura o cosmovisión personal.

Eje horizontal.  En él,  el Insomne distingue dos  niveles. En uno  coloca las obras literarias  y en otro las obras  no literarias o técnicas.

Él entiende que en las obras literarias la forma es el contenido y el contenido la forma.  Lo connotativo es lo denotativo y lo denotativo lo connotativo. Lo esencial es lo estético y, por consiguiente, lo estético es lo esencial.

Eso es, al menos, lo que él opina.

En las obras no literarias, llamadas a veces técnicas, el contenido conceptual se sitúa fuera, incluso lejos de la forma.  Evidentemente, aquí  lo importante es el contenido, lo denotativo,  el concepto como concepto en sí mismo y como construcción por suma ordenada y orgánica  de conceptos.

En el primer caso, al traductor se le exigirá ante todo sensibilidad estética; en el segundo, conocimientos técnicos.

En el bucle ideado por el Insomne,  el original que el traductor recibe para realizar su trabajo es un metatexto. A partir de él tiene que crear, alumbrar, un texto objeto o teletexto, que es la traducción.

Curiosamente, cuando la traducción  pasa a las manos y los ojos del lector,  se convierte  en metatexto, pues gracias a él éste  podrá acceder al original, al que, de otro modo, no podría acceder, lo que significa que, a efectos prácticos, no existiría para él.

El Insomne completa su información con una referencia a la situación sociolaboral del traductor en España y una alusión  marginal, muy marginal, a los traductores catalanes en tiempos de Franco.

Una vez  ha comunicado su doctrina sobre la traducción al conocido-amigo español-argentino, éste le da las gracias con la boca pequeña, muy pequeña,  y luego añade, ladina, muy ladinamente: «Tu información me será muy útil para hablar de los  traductores al catalán  bajo la opresión franquista».

Así lo deja escrito en el papel virtual.

El Insomne blasfema: «Pereat dies in  qua natus sum!», que, traducido al cristiano, aquí y ahora  reza: «¡Me cago en la madre que me parió!».

Margarita lo oye, se sobresalta y, cuando se recupera,  comenta: «Al final el pájaro se comió al gusano. ¿De qué te quejas?»

Ciudadanos y UPyD Cataluña: de los tres tercios a las tres corrientes

En economía, que por  razón de su etimología  siempre es casera, el Insomne utiliza con aprovechamiento el modelo de los tres tercios: los  ingresos  o haberes  de un mes se dividen en tres tercios iguales o casi iguales: un  primer tercio se destina al  condumio o los  queviures de cada día; un segundo tercio, a los gastos de carácter periódico (mensual, bimensual,  trimestral  o anual); y un tercer y último  tercio,  al  ahorro.

La experiencia le ha demostrado  que  el modelo puede funcionar perfectamente  siempre que los ingresos sean  suficientes para ponerlo en práctica y mantenerlo con carácter permanente.  En otro caso habrá que reducir  las asignaciones presupuestarias  o ingresar en la  hermandad de la tarjeta de crédito,  la hipoteca vitalicia y las fidelizaciones sin  fecha de caducidad.

El ahorro nos dice, entre otras muchas cosas,  si tenemos una economía equilibrada, en el bien entendido que  en esta, como en toda otra  actividad humana,  sólo hay equilibrio cuando hay superávit y sólo hay  superávit cuando éste es sostenido y, como mínimo,  suficiente.

De forma análoga,  para que un partido político funcione correctamente tiene que albergar en su seno tres  corrientes y esas tres corrientes tienen que ser activas, tácticamente  antagónicas, estratégicamente leales y solidarias, y estar  debidamente  equilibradas. Si hay menos de tres o  más de tres corrientes, es muy probable que el partido no esté ni sano ni  equilibrado. Tres es el número mágico del equilibrio vital y político.

Ahora, cuando el Partido de los Ciudadanos  lucha por su supervivencia, en su seno también se han definido tres corrientes, sólo que esas  tres corrientes son  táctica y estratégicamente  insolidarias entre sí y por lo tanto destructivas.   Y, además, responden  a las posiciones de sus  tres líderes, no a la voluntad expresa de los afiliados.

El líder oficialista, curiosamente el más joven,  el más perspicaz  y, desde mi punto de vista, el más pérfido de los tres,  se ha quedado con la dirección del  partido y  su cuerpo central, de modo que, tras superar  una galerna tras otra, parece estar en condiciones de salvar la figura y la formación política, imponiéndose no sólo  a sus dos antiguos  compañeros y  actuales  antagonistas  sino incluso  a las mermadas mesnadas  de Rosa Díez en el feudo-taifa catalán.

Uno de sus antagonistas ha optado por dedicarse a las labores docentes/discentes, habida cuenta que la patrona  vasca no parece dispuesta a confiarle  la dirección de la rama catalana de una UPyD que allí, en la meseta,  triunfa clamorosamente y aquí, en la ciénaga del Palau,  se hunde, acaso irremediablemente,  a causa de la incompetencia de sus presuntos responsables.

El segundo antagonista de la línea oficial de Ciudadanos, situado en el flanco  derecho, ha optado por ensayar una maniobra a  la vez  inteligente  y mezquina. Al parecer, con ella pretende  asegurarse su share o cuota de mercado en el colectivo ciudadano. Para ello ha formado algo así como un lobby, pues ni el quórum ni   la cabeza del cabecilla dan para más y él no sabe que en la politologia angloamericana, por no decir en  la  occidental,  ese término tiene un fortísimo tufillo a club, clan  y camarilla dada a la  intriga y la conjura.

Mientras tanto,  UPyD Cataluña  vive momentos de penuria. Hace unos meses, cuando  inauguró  su sede en las Ramblas de Barcelona y organizó una cena happening social con empresarios y representantes de las profesiones liberales, la organización  vivió un momento   francamente prometedor.

Desgraciadamente, poco después esa misma organización entró en una dinámica cainita marcada por la decapitación de su portavoz, las disensiones  internas y la inactividad.

Así, la dirección regional de UPyD  quedó  en manos de personas abiertamente incompetentes, que, como no podía ser por menos,   eligieron como colaboradores a personas aún más incompetentes.

En ese momento, el Insomne contempló el panorama y recordó: el que con infantes pernocta excrementado alborea. Y se fue a su casa, o sea, a su búnker.

Ahora, la situación de UPyD Cataluña es trágica: encefalograma plano, cardiograma plano. Estado general del organismo:  próximo a la muerte clínica.

Pregunta a los cuatro vientos: ¿ha llegado la hora  de hacer tabla rasa?

Partidos políticos: el modelo económico y más allá

La actividad de  las estructuras económicas viene determinada por un juego o intercambio de energía mediante un proceso continuo de  entradas y salidas.  El equilibrio ideal o teórico sólo existe como referencia. En la práctica, toda estructura económica  ha de registrar un superávit,  como mínimo, suficiente y, a ser posible, ajustado a sus  condiciones en cada  momento, en cada situación.

Podemos imaginar  que todas las estructuras económicas —organismos y organizaciones— poseen  un cerebro  y un cuerpo social. El cerebro  fija los objetivos finales de la estructura (estrategia) y los medios para alcanzarlos (táctica, tácticas). El cuerpo social constituye  la parte visible de la estructura (en este caso, un partido político). Y, como un partido político se rige por criterios económicos, el cuerpo social debe tener, entre otros atributos, una imagen exterior que facilite su venta en forma de difusión e implantación. En el cerebro están los que piensan y dirigen; en el cuerpo social o, más exactamente, en su fachada o escaparate, los encargados de vender esa imagen en los medios de comunicación,  en los mítines, en las asambleas, en la calle.

La vida  de las empresas y los partidos políticos, en cuanto estructuras económicas,  está en las ventas. Y, por lo tanto, también su futuro.

Esa es  la filosofía que preside tradicionalmente  la actividad empresarial. Y también la organización de los partidos políticos  creados a partir de una cúpula en torno a intereses de clase. Primero existen los intereses, después la cúpula, después el partido como cuerpo social y, en él, los vendedores. Estos venden promesas sirviéndose de su imagen, que,  en definitiva, es la imagen del partido.

¿Alguien ha dicho alguna vez que los partidos políticos operan básicamente con promesas?

A la luz de la historia podemos afirmar que los partidos democráticos nacen en las capas inferiores de la sociedad y prácticamente por generación espontánea. No hay cúpula protectora de intereses de clase como punto de partida. Y si eso es así, también lo es que sólo los partidos de genealogía popular son democráticos. En principio.

Pero, como los tiempos cambian y las artes se perfeccionan, los partidos políticos de origen burgués han adoptado modelos formalmente democráticos en su organización interna (siempre tras la obligada criba y selección de personas y cargos), mientras que los partidos de genealogía popular y democrática se han aburguesado y han copiado, adaptado y adoptado el modelo empresarial y económico de sus antiguos antagonistas. En líneas generales, hoy todos los partidos políticos tienen la misma estructura interna y, por lo tanto, todos son burgueses, muy burgueses, sólo  formalmente democráticos.

Y, naturalmente, todos se dedican a vender y a venderse. La política es un mercadillo de mercadillos.

Zapatero vende su imagen como la imagen del PSOE,  Esperanza Aguirre vende su imagen como la imagen del PP y Albert Rivera vende su imagen como la imagen de Ciudadanos. Sólo Rosa Díez vende su imagen esencialmente  como la imagen de sí misma. Rosa es la madre; UPyD, el embrión, acaso la criatura.

Freud nos dejó tres arquetipos para caracterizar a los protagonistas de  la vida pública: el pensador o ideólogo, el guerrero  u hombre de acción y el hombre perfecto.

Básicamente, el pensador piensa, no actúa; el hombre de acción actúa, no piensa; y el hombre perfecto piensa y actúa. Primero piensa y, acto seguido, actúa.

Evidentemente, en política ha habido algunos hombres perfectos de acuerdo con el modelo freudeano. El médico vienés cita a Moisés. Yo, en cambio, pienso en Lenin, pero,  posiblemente también  a José Antonio debería colocársele en ese apartado, al menos en mi opinión.

Hoy, en España y fuera de España abundan los vendedores metidos a ideólogos, incluso a hombres perfectos. Obama, Sarkozy,  Zapatero.

Todos  sabemos que Zapatero es un  vendedor, un vendedor de humo.  A mi modo de ver es lícito pensar que, después de su paso por el gobierno de España y la dirección del PSOE, el socialismo español  será un recuerdo.

¿Memoria histórica?

Para entonces, el  susodicho ya habrá  acabado con los restos de un pasado vivido  como lucha y conciencia ética, pero también con un  futuro soñado y perseguido como  utopía o,  más exactamente, como realidad racional.

Para mí será un trance  tanto más doloroso cuanto que está y estará ligado inevitablemente a la memoria de mi padre,   arquetipo de la conciencia ética  y la lealtad.

La incierta gloria del irreductible

En una dictadura encubierta como la que tenemos hoy en Cataluña, con una sociedad civil sometida, nolens volens, al dictado de la clase dominante, eterna valedora y beneficiaria de la ideología dominante en cuanto estructura de poder político, social  y económico, no son precisamente muchos los  que se han mostrado y se muestran dispuestos a presentar batalla a un régimen ilegítimo por abusivo e inmoral. De hecho, a lo largo de la historia no han abundado los suicidas. Las dictaduras, sí. Y, en contra de todo lo que se ha escrito y se escribe, para conseguir sus objetivos a las dictaduras  les basta y les sobra por lo común con un arma de dos filos: la promesa del premio y la amenaza del castigo.

Hoy, en Cataluña, la fórmula vale para la inmensa mayoría de la población. El  resto corresponde a los irreductibles, seres que han decidido mantener y defender a toda costa ese disparate absurdo, contrario a la cordura y el seny, llamado dignidad, no  enajenarla.

Ahí están. Pero valedores y servidores de la ideología dominante han recibido órdenes de acabar con ellos.  Un servidor celoso del establishment ha dicho alguna vez, ¡en público!, que el límite del independentismo militante es el asesinato.  Es posible que así sea, al menos de momento. En cualquier caso, sabemos que quienes así piensan y actúan no dudan en someter a los elementos irreductibles a condiciones de muerte civil.

Cuando le llega la hora, el irreductible es despojado —¡sigilosamente!— de su puesto de trabajo y alejado del mercado laboral, reducido a la no existencia como intelectual y cabeza pensante, marginado socialmente y sometido a un acoso implacable en su entorno vecinal e incluso familiar. Para ello se recurre por norma general a medios y agentes alejados, al menos en apariencia, del catalanismo oficial, pues lo que se pretende es que el irreductible quede desacreditado socialmente por su comportamiento, no por sus ideas políticas. Así, el irreductible pondrá de manifiesto su carácter asocial y agresivo en sus relaciones con amigos, conocidos, miembros de su propio partido más sumisos y en general con personas calificadas como dóciles por los valedores de la ideología dominante. Siempre fue así y así es  también aquí y ahora, entre nosotros. Es práctica común presentar al disidente como un perturbado mental. Y, en cierto modo, lo es,  pues su comportamiento no responde a las leyes dictadas por el instinto de supervivencia. De hecho, el disidente podría constituir la contrafigura del esclavo, definido por Hegel como aquel que lo supedita todo a la supervivencia.

Consumada con éxito la operación de acoso, al irreductible le quedan pocas salidas, si es que sobrevive. De hecho, entonces hay quien abandona el país, hay quien  se rinde y, por supuesto, hay quien cambia de bando, mientras que alguno  se ve obligado a separarse de la mujer y de los hijos y subsiste como piltrafa humana por su mala cabeza. Como arma político-policial, la muerte civil persigue la destrucción psicológica de la persona. Y en muchos casos lo consigue.

Esa es la incierta gloria que espera con toda probabilidad a aquel que, por irreductible, figura en los ficheros secretos de la Generalidad y su régimen político de carácter mafioso e inmoral con el sello/estigma: «EC» (Enemic de Catalunya).

En cualquier caso, al que piense mantenerse fiel a sus ideales en estas tierras y estos tiempos tal vez le convenga hacerse a la idea de que con toda probabilidad va a morir no como un héroe sino como un delincuente. Yo lo he hecho y además me he refugiado en la realidad virtual en espera de mi día y mi hora.

Ramón Ibero