La penúltima finta de Zapatero y la guerra que nos espera

El Sanedrín avisa

Gracias a su grácil juego de piernas, Roríguez Zapatero recuerda, unas veces, un púgil en continuo movimiento y, otras veces, un funámbulo empeñado en mantener su precario equilibrio danzando sin parar a lo largo de una cuerda suspendida sobre las cabezas de cuarenta y cinco millones de españoles. Pájaro bobo se huele la tragedia y cada dos por tres exhala un ay de angustia, pero lo cierto es que el púgil y malabarista consigue salir indemne de cada uno de sus combates e incluso de cada una de sus danzas a vida o muerte. De momento, ni la Eta ni los separatistas de arriba y de abajo ni las negociaciones más o menos ilegales con unos y otros, siempre ilegítimas, ni su propia e impropia falta de conciencia nacional y sentido de Estado como gobernante han podido con él. Zapatero sigue en pie, danzando y sonriendo. Ahora, enterrado el proceso negociador con Eta (que sepamos, esta vez no ha habido ni siquiera promesas), el hombre ha corrido a cubrir el flanco más español de su formación para cerrar el paso a Rosa Díez y cortar la consiguiente fuga de capital social en forma de votos y votantes. No sabemos si lo conseguirá, pero ya ahora podemos afirmar que, con promesas o sin promesas, este artista del ring y la cuerda floja va a añadir una muestra más de sus habilidades al relato de una vida política hecha de golpes de suerte y carambolas a izquierda y derecha, arriba y abajo.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿qué hará este futuro interfecto cuando se entere de que, llegado el momento, el Sanedrín catalán piensa ampliar el frente separatista mediante un pacto de Estado con sus aliados del norte como preludio de una guerra gneralizada de rompe y rasga?

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