Arde el desierto

Parece que, gracias a sus estrategas y especialistas en geopolítica, Israel conseguirá imponer, una vez más, su ley sobre las tierras paupérrimas en agua y ubérrimas en petróleo que se extienden entre el Mediterráneo y el golfo de Omán. Y parece que lo va a conseguir mediante el relanzamiento de su vieja alianza con Estados Unidos. Ahora, el reguero de pólvora y sangre se extiende desde Gaza hasta Afganistán, pasando por Líbano e Irak. Peligrosa táctica e inaceptable estrategia. La supervivencia de Israel y de Estados Unidos asentada en una cadena interminable de guerras fratricidas. Árabes contra árabes. Israel tendrá paz y, a través de la paz, supervivencia; Estados Unidos tendrá conflictos bélicos y, a través de los conflictos bélicos, dominio territorial y, a través del dominio territorial, control de los yacimientos de petróleo. La economía de guerra al servicio de la geopolítica, la geopolítica al servicio de la economía de guerra. Ésa es, más o menos, la historia de las dos próximas décadas escrita sobre el mapa de Oriente Medio por los especialistas/asesores de los dos países. En definitiva, se trata de mantener a los pueblos árabo-musulmanes divididos y enfrentados. Para ello es imprescindible fomentar las rivalidades religiosas y, al mismo tiempo, impedir que un país o una persona se convierta en su cabeza y los una y unifique. Sin cabeza, ese bloque formado por más de mil doscientos millones de seres humanos no será nada más que una masa amorfa, condenada a la servidumbre y la autodestrucción por la ignorancia propia y la perfidia ajena. Eso presupone impedir a toda costa que Irán tenga armas nucleares y se erija en la gran potencia del mundo árabo-musulmán. Para impedirlo hay que permanecer sobre el terreno y actuar tan pronto como se aprecie un peligro inminente. Estados Unidos se mantendrá en Irak y seguirá fomentando los conflictos locales. Está en juego su economía, una economía de guerra, y la supervivencia política de Israel. Veremos qué nos reserva la historia en las próximas décadas.
Dos preguntas ingenuas e intempestivas
¿Es justo que la supervivencia y el bienestar de unos se asienten en la miseria y la ruina de otros?
¿Es justo que ganen siempre los mismos y pierdan siempre los mismos?

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