En procura de la memoria ultrajada

Hoy, uno de abril de 2007, hace exactamente tres años y un día que quien escribe y suscribe publicó en la pagina 58 del diario ABC, bajo la rúbrica de Tribuna, un extenso artículo titulado Por una izquierda fuerte para una España unida, en el que abogaba por la unidad de España y los españoles. A pesar de denunciar en él lo que podía ocurrir en el futuro inmediato, y no debería ocurrir ni entonces ni nunca, su autor procuró adoptar una línea expositiva presidida por un pulso mesurado aunque no exento de la vibración propia de quien asume por una vez la tarea de mensajero en el tiempo. Y terminaba diciendo:

Mi deseo ferviente es que realidades como España y su unidad estén siempre por encima de todas las ideologías, empezando, cómo no, por la mía, y que el Partido Socialista sea realmente fiel a sus principios y esté a la altura de las circunstancias en estos momentos en los que, parafraseando unas conocidas palabras de Martin Heidegger, tengo que decir por enésima vez que a España «le va el ser en el ser».

Mañana reproduciré en esta misma página el texto completo del artículo publicado el día 2 de abril de 2004 en el diario ABC.
Mientras tanto, he aquí algunas preguntas ingenuas e intempestivas
¿A partir de qué distancia en el tiempo puede hablarse con propiedad de memoria histórica?
¿Forman parte de la memoria histórica las traiciones y los olvidos deliberados?
¿A qué memoria pertenecen los olvidos?
¿A qué historia pertenecen las traiciones?
¿Por qué no se pregunta y se consulta a los que sufrieron los hechos históricos antes de hablar de memoria histórica?
¿Y si la memoria histórica de los que sufrieron los hechos históricos no tuviera nada que ver con la memoria histórica de los que hablan de ella sin haberlos vivido?
¿Y si los que sufrieron los hechos históricos denunciaran por embaucadores a los que hablan/negocian con la memoria histórica?
¿Y si los que hablan de memoria histórica sufrieran algún día algo parecido a los hechos históricos que utilizan ahora de manera fraudulenta?
¿Y si la llamada memoria histórica fuera en realidad un ajuste de cuentas?
¿Y si la pretendida memoria histórica fuera sólo un ardid para evocar la República y evocar la República fuera sólo un ardid para reinstaurar la República?
¿Y si reinstaurar la República fuera sólo un ardid para acabar con la monarquía e imponer un Estado federal o confederal en el que no quedara de España ni el nombre?
¿Pueden decir, a estas alturas de la película, valedores, promotores y defensores de la memoria histórica que no saben que para algunos de sus compañeros de viaje al pasado la memoria histórica conduce directamente al Estat Català?
¿Cómo se atreven embaucadores y traidores a hablar en nombre mío de memoria histórica?

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