La desgracia del puerco espín

En La Vanguardia (ayer española, hoy antiespañola, mañana lo que convenga), Clément Rosset decía el pasado día 30 que, cuando tiene frío, el puerco espín busca la compañía de sus congéneres para formar una manada y proporcionarse mutuamente calor, pero las púas les impiden acercarse unos a otros. Diferencias al margen, algo parecido les ocurre a muchos seres humanos. Y a muchos de sus colectivos. El citado Rosset sugiere como solución que los individuos, sean puercos o personas, mantengan la separación adecuada entre ellos y que sus espinos se sometan al instinto de supervivencia. La proximidad da calor y el calor da vida.

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